Maquiavelo y nuestra modernidad
Por Esteban Valenti (*)
Habría tantos temas
nacionales picantes y hasta revulsivos y repulsivos para tratar, pero como
durante estas semanas escribí y declaré hasta por los codos sobre esos temas y
sus implicancias, que son cada día más escandalosas para una oposición que
quiere resolver en el Poder Judicial y con un fiscal lo que no logra en la
política, voy a tomar cierta distancia y escribir sobre un tema aparentemente
alejado, intelectual.
Lo hago impulsado
por dos elementos: primero porque hablar de Nicoló Machiaveli, es una forma de
analizar todos los temas relacionados con la política, aunque pretender que la
mayoría de nuestros adversarios enfoquen estos temas con esta óptica, sería
como alimentar a ciertos animales de granja con margaritas. Y si esto se toma
como soberbia, lo acepto.
Segundo, es a
partir de una comprobación que me angustia cada día más, el empobrecimiento
general y sobre todo intelectual del debate político a nivel general y de la
izquierda en particular y, el impacto que esto tiene en la formación de las
nuevas generaciones. El problema del recambio generacional no es solo en la
política, es en todo, en la cultura, la educación, la pedagogía, el liderazgo
social, en el teatro. Creo que se impone interrogarnos y buscar respuestas
sobre las causas y las responsabilidades de nuestras generaciones.
Maquiavelo fue un
primer gran teórico y práctico de la política diferenciada de la moral y de la
religión y ese fue un aporte fundamental a la valorización civilizatoria de la
política y al surgimiento de la democracia. La moral y la religión,
emparentadas y entrelazadas eran, una justificación histórico política del
dominio del poder por parte de determinados sectores sociales y religiosos.
Sectores muy restringidos y principescos.
Y aunque el libro
principal de Maquiavelo se llama El Principe , y se escribió hace hoy
exactamente 500 años, aunque se haya difundido varios años después, en realidad
perfectamente se podía haber llamado El político o El gobernante , porque dio
paso precisamente una visión autónoma y laica de la política y del gobierno que
marcó el pasaje hacia la modernidad.
En realidad, lo que
pone de relieve el análisis de Maquiavelo es la condición política en sí misma.
Si los seres humanos dejaran de ignorar el papel de la Fortuna en sus asuntos y
reconocieran sus limitaciones a la hora de establecer instituciones políticas y
blindarse contra los caprichos del tiempo y el azar, podrían entrar en la vida
política animados por un espíritu cívico. La política se orienta hacia la acción,
y, para que la acción sea posible, los hombres deben desempeñar su papel. Es
posible empezar de nuevo siempre que los seres humanos actúen unidos y en
política, y esa es la convicción más profunda de Maquiavelo. Escribió Ramin
Jahanbegloo, filósofo iraní y catedrático de Ciencias Políticas en la
Universidad de Toronto.
Maquiavelo
independizó la política de las fatalidades y le dio a los seres humanos la
conciencia racional sobre su propia capacidad para gobernarse, para hacer de la
política una herramienta transformadora y civilizadora, despojada de la tutela
de las religiones. Las religiones fueron el sustento de los regímenes
monárquicos desde su nacimiento.
La política en un
mundo en el que el individuo solo o en sociedad, sin propósitos religiosos, sino
animado únicamente por su propia subjetividad, es el gran aporte de Maquiavelo.
Un gran aporte contra el maquiavelismo.
Maquiavelo fue
antimaquiavélico, en la acepción que posteriormente se le fue construyendo a
este concepto. Es más El Príncipe y Los Discursos son la mayor contribución
contra el maquiavelismo al exponer con crudeza una visión política a la
consideración de todos los lectores y no como conspiración palaciega. Por eso
fue prohibido y perseguido en su tiempo. Fue el fundador de la filosofía
política moderna, que en su evolución dio soporte a las concepciones
democráticas al emanciparlo de las autoridades religiosas del poder y la idea
medieval sobre los seres humanos.
Hace 500 años fue
la mayor aproximación a las preocupaciones políticas del mundo actual y debería
ser un punto de referencia para buscar nuevas respuestas en un momento de
nuestra civilización, en las que estamos abrumados por nuevos interrogantes y
tenemos una tan pobre capacidad de respuesta teórica y conceptual.
Para ello hace
falta una lectura laica de Maquiavelo, sobre todo una lectura antimaquiavelica.
Es que los comentaristas y los enemigos de Maquiavelo han tenido más influencia
en la proyección de su figura, que sus propias obras y su vida. No es el único
que ha sufrido esta injusticia a lo largo de la historia.
Maquiavelo no era
maquiavélico, y los maquiavélicos no son lectores intensos ni perspicaces de
Maquiavelo.
Lo que le da gran
actualidad a Maquiavelo es la profunda crisis de las ideologías y una proclama
del pragmatismo y la dilución de las fronteras en la política y donde muchos
proclaman el fin de la política y sobre todo de los políticos. La
judicialización de la política es precisamente una de las peores
manifestaciones de esa decadencia de la política, es la transferencia de la
política hacia uno de los poderes del Estado.
En esta
visión profundamente reaccionaria, que a veces es practicada también desde la
izquierda, aunque es una bandera muy actual de la derecha, lo público está
amenazado en forma permanente de ser aplastado y comprimido por los enemigos de
la libertad que quieren transferir los poderes de los ciudadanos a cualquiera
de las corporaciones externas a la política. Es la doble moral de la
judicialización de la política y la politización de la justicia.
Estos procesos, que
también se basan en la vulgarización a los peores niveles del debate político,
buscan crear el desinterés y hasta el desprecio de la política por parte de los
ciudadanos.
En algunos países
ese proceso se da a través de los fundamentalismos religiosos, que son un
retorno al peor pasado medieval y por otro a la búsqueda despiadada del
materialismo más básico para alcanzar la felicidad individual, que desprecia de
forma creciente lo colectivo, y en especial a la política y el compromiso
social.
La propuesta de
Maquiavelo de un Estado como expresión del dominio de los cambios caóticos y
naturales y de las pasiones humanas, se diferencia de los clásicos porque
Maquiavelo reafirma su concepción de que la política es una actividad creada
exclusivamente por el talento humano y esa nueva ontología política fue
iniciada por él. Es su concepción de la republica perpetua, en la que los
hombres deben actuar sin esperar la ayuda de Dios ni de la naturaleza y por lo
tanto no hay ninguna ley natural o precepto religioso que ayuden a los hombres
a ejercer el poder y que sea el fundamento de la política. Fue y es una idea
revolucionaria de gran actualidad.
Maquiavelo se
apropia del poder enteramente para los hombres, los seres humanos. Es la
política como el encuentro entre los hombres y los movimientos reales de la
sociedad. Por eso sugiere una extraordinaria expansión del poder humano.
En mis lecturas
veraniegas, que trato de despegarlas de las cotidianas batallas políticas que a
veces asfixian, encontré que esa extraordinaria emancipación de la política de
la autoridad religiosa y de la concepción medieval dominante hace 500 años, es
un pensamiento de profundo sentido liberador, que adelanta las revoluciones
políticas que en cadena comenzaron a producirse algunos cientos de años
después. Por eso fue una figura intelectual principal del Renacimiento italiano
y su expansión en Europa.
La Revolución
Holandesa contra el poder de los españoles en 1603 de la que nació la Republica
Neerlandesa y la explosiva prosperidad con el siglo de Oro de Nederland y con
las libertades de comercio, religiosas y civiles conquistadas; la revolución
inglesa de 1642 y que culmina con la destitución de Jacobo II en la Revolución
Gloriosa y la República y el Protectorado de Oliver Cromwell; la Guerra de
Independencia de los Estados Unidos que enfrentó a las 13 colonias con Gran
Bretaña desde 1775 y las ideas que la guiaron y, en definitiva la Revolución
Francesa (1789) la gran transformación burguesa, antimonárquica y anticlerical
que cambió a Europa y contribuyó con sus actos y sus ideales a cambiar el
mundo, tienen en el pensamiento de Maquiavelo un impulso fundamental, está en
sus génesis.
Y para construir
esa subversión del pensamiento feudal dominante en su época Maquiavelo recurre
al mundo antiguo, a los clásicos, cosa que se repite posteriormente y esto,
representa un gran desafío intelectual y la titánica tarea de poner en el mismo
plano los logros políticos de la antigua democracia con los grandes filósofos de
la antigüedad clásica.
No aportaremos al
debate ideológico y cultural acercándonos lo más posible al tinglado de la
banalidad de ciertas posiciones, de ciertas prácticas de baja calidad,
resignándonos a que todo debe reducirse a 140 caracteres y a la mayor
superficialidad posible. Ese nunca será el clima propicio para que las ideas
avanzadas crezcan y que las nuevas generaciones piensen, luchen y construyan.
Vale la pena leer a
Maquiavelo en estos tiempos.
(*) Periodista, escritor, director de UYPRESS y BITÁCORA. Uruguay.
(*) Periodista, escritor, director de UYPRESS y BITÁCORA. Uruguay.