lunes, 19 de septiembre de 2011

LA INSURRECIÓN DEL CUSCO ROJO DE 1958 Y LAS MILICIAS POPULARES

Un levantamiento contra la política económica y represiva de Manuel Prado

El Cusco Rojo: la insurrección y el Comité Popular de 1958

Comités Obreros, un general preso y una negociación al borde de la guerra

Jesús Manya Salas
www.jesusmanya.blogspot.com

El discurso que lanzó Emiliano Huamantica Salinas el primero de mayo del año 1958, en el masivo mitin de la Federación de Trabajadores del Cusco, realizado en la Plaza de Armas, era un balance y clarinada a los acontecimientos que venían madurando en los últimos años, la central obrera había resistido heroicamente a las prisiones y destierros de la dictadura de Odría, junto a Emiliano Huamantica, estaban José Calvo Bohórquez, Alfredo Somocurcio, Enrique Miota, Pascual Montaño, Eulogio García, José Lira y otros más jóvenes como Agustín Mamani, dirigentes universitarios como Estenio Pacheco, estaban en la primera fila de las graderías de la Catedral, convocando a seguir fortaleciendo y la lucha frente al incremento de los hidrocarburos y al encarecimiento de los alimentos, que aplicaba Pedro Beltrán Espantoso desde el Ministerio de Economía.

En prolongadas reuniones y convenciones sindicales desde el mes de febrero, el debate de la huelga estaba en el clima de la polémica, por un lado las organizaciones más importantes impulsaban y preparaban la medida y por otro lado algunos dirigentes sindicales de orientación aprista que dirigían varias instituciones se oponían a la huelga con el mismo argumento del gobierno y su Ministro del Interior que a los largo de esos meses, había acusado a los dirigentes populares de estar motivados por posiciones desestabilizadoras y subversivas del comunismo internacional; pero la tendencia estaba claramente definida, la paciencia estaba al límite y se debía tomar una decisión, el acuerdo fue definido en el local del Sindicato de Choferes el cinco de abril de 1958, el paro se iniciaba el siete de marzo, continuó el ocho el mismo que adquirió un carácter masivo y violento por la represión de la policía, obligando la intervención del ejército para conjurar la rebelión popular, el nueve los hechos estaban empantanados y sin respuesta por parte del gobierno, ni siquiera la intermediación del alcalde del Cusco Dr. Roberto Ponce Tejada fue aceptada por la prefectura.

En esas horas difíciles en el marco de una rigurosa seguridad en que se llevaba adelante la reunión del comité del paro en el local del Sindicato de Choferes del 9 de abril en horas de la tarde, fue brutalmente atacado por la policía con bombas lacrimógenas y dispersado a culatazos los dirigentes con la intención de no sólo reprimir, sino sobre todo derrotar la medida de lucha. Esta represión lejos de asustar y atemorizar al Comité de Huelga, esta se volvió a reunir y en reunión que duro hasta la madrugada entregaron un nuevo pliego petitorio al gobierno central.

El 10 de Abril la agitación popular arrancó en los mercados, los hechos más graves se produjeron en Wanchaq donde cayeron abaleados jóvenes como Gerardo Vilca y Benito Zea, ante este derramamiento de sangre enfureció a las multitudes y apedrearon el puesto policial, otro grupo se dirigió al local de la Corporación de Reconstrucción y Fomento; en esas circunstancias aparecieron las tropas del ejército y en la puerta del Colegio de Educandas descargo fusilería y mató a Mauro Gamarra; esta acción multiplicó las movilizaciones por todas las calles, mientras que el ejército tenía tomado las Plazas de San Francisco y del Cabildo.

La muchedumbre tomó la Plaza de Armas a las 10.30 de la mañana, dejó de funcionar hasta la energía eléctrica y los heridos aumentaron con Humberto Arregui y Tomás Loayza, mientras que otro contingente dirigida por una mujer gritando “¡asesinos y justicia!” tenían en una camilla al menor muerto. En esas circunstancias fue tomado preso el General Daniel Vargas Dávila, el Comandante Corzo, el Capitán Buenaventura Alegría y un soldado, os cuales fueron llevados al atrio de la Catedral a fin de obligarlo a un compromiso lo que no se pudo y fue trasladado al Sindicato de Choferes, un contingente de soldados intentó rescatar a su jefe, pero fue impedido por una lluvia de piedras, obligando por otro lado al mencionado general a que ordenara el retiro de los pelotones de la policía y del ejército.

Estas circunstancias tampoco fueron ajenas a la intervención y presencia de algunos infiltrados del gobierno central y dirigentes sindicales del Apra, que buscaron descabezar la lucha, insinuando una supuesta “traición” de Emiliano Huamántica y lanzando discurso radicales, cuando días antes se había opuesto totalmente a la huelga; en este contexto de incertidumbre en una reunión histórica y urgente sesionó el Comité Regional del Partido Comunista y la Juventud Comunista, que tenían una respetable influencia popular y reconocida trayectoria de lucha; tomaron la decisión de relanzar la conducción de la huelga y canalizar organizadamente el levantamiento popular, a fin de evitar el aprovechamiento de los infiltrados y oportunistas, que buscaban a través de la anarquía desconocer a la FDTC y sus sindicatos y llevar al despeñadero la lucha, con el fin de hacerlos abortar y empujar a una derrota política a sus dirigentes que tenían una clara influencia del Partido Comunista desde los años iníciales en que fueron fundados sindicatos laborales y campesinos, el Frente Estudiantil Revolucionario en la universidad a través de la JCP.

Tomada la decisión todos volvieron a sus puestos de combate, desenmascararon primero a los aventureros y persuadieron en sus bases sindicales y populares, a la 1.30 de la tarde reagruparon a la muchedumbre dispersa por todas las calles en la Plaza de Armas, donde improvisaron un mitin e hicieron un recuento y balance de los hechos, condenando la muerte y represión, la exigencia de destituir al Prefecto y los representantes del gobierno central, señalando por otro lado la necesidad de no caer en el caos y el desbande a que se pretendía llevar las jornadas, concluyendo en la decisión de tomar control de la ciudad, armar los piquetes y constituir el Comité de Lucha.

Una larga trayectoria de prisiones, destierros y muertes:

El Comité Popular y las primeras
milicias populares

La historia del “Cusco Rojo” y de los legendarios “Wiratakas”

Uno de los primeros organismos de un poder popular en el país, salió producto de las jornadas de abril de 1958, no fue un hecho casual o episódico, fue la gestación de lo que en la historia social republicana se llama el “Cusco Rojo”, un símbolo, un reconocimiento a una trayectoria y compromiso político y social de varias generaciones de luchadores y luchadoras, por llevar adelante la defensa consecuente de los derechos de los trabajadores, campesinos, estudiantes y del movimiento popular, que desde posiciones iníciales, anarco sindicalistas, indigenistas, apristas aurorales y luego fundadores del PCP junto a José Carlos Mariátegui, con quien confluyeron desde diversos caminos y experiencias; todos estos legendarios hombres que conocieron las prisiones como el Sexto en Lima, La Isla del Frontón, el Sepa en la selva, el destierro, la muerte y la tortura, a los que peyorativamente la oligarquía y los terratenientes los insultaban de “wiratakas”, convirtieron esto en su medalla y orgullo, en su voz guerrera y en su consuelo de combatientes.

Esta maduración de una larga conciencia revolucionaria en las organizaciones sindicales y populares, fueron gestada en los albores del siglo pasado por generaciones encabezadas por Sergio Caller, Casiano Rado, Rafael Tupayachi, Oscar Rozas, Simón Herrera Farfán, Julio G. Gutiérrez, César Vílchez, Román Saavedra, Alfonso Gonzales, Eduardo Polo, Cesar Gonzales Willis, posteriormente, Mariano Muñiz, Roberto La Torre, Julio Moreno, Abelardo Salazar, José Mar, Jorge Navarro, Concepción Ramos, Rosa Rivero, Alfonso Astete, Mariano Fuentes Lira y otros destacados luchadores que desde la primera Célula Comunista en 1927, se dieron la tarea de fundar los sindicatos del arte de vestir, carpinteros, metalúrgicos, construcción civil, mercados, artesanos y que dieron origen a la Federación Obrera Departamental del Cusco, el 20 de marzo de 1930, teniendo como su primer Secretario General a Agustín Rivero, Alberto Campero, Nicasio Ramírez, Roberto La Torre, Luis Villa, Carlos Lira, Aníbal Carreño, Alejandro Flores y Lucio Jáuregui como dirigentes.

El Comité Popular fue encabezado por José Sotomayor, José Lira Rojas, Alfredo Somocurcio, Raúl Medina y Juan Pablo Gutiérrez, luego fueron incorporados el Arzobispo Carlos María Jürgens, el presidente del Poder Judicial Dr. Leoncio Olazábal y el Dr. Julio Salazar por la Beneficencia Pública; configuración que demostraba desde un inicio un verdadero arco iris de amplitud y unidad, por un lado para evitar el aislamiento y rechazar los calificativos de “extremistas” que impulsaba el gobierno y el sindicalismo amarillo del Apra de entonces. Sus tareas fueron inmediatas, renunciar al Prefecto, pedir el cambio del Directorio de la Corporación de Reconstrucción (CRIFC), cambio sanción a los jefes militares y policiales por la muerte y represión desatada, derogatoria de las leyes que aumentaron el costo de vida y los hidrocarburos.

Las milicias populares. Ante el acuartelamiento de la policía y ejército, la ciudad quedó desguarnecida y fue necesario la organización de una estructura de defensa y seguridad, por cuya razón nacieron las primera milicias populares, formadas con las estructuras de cada sindicato, centro de trabajo y estudio; todos los cuales fueron distinguidos con sus brazaletes rojos; durante las noches y días en que actuó la milicia popular no se registraron hechos delictivos ni accidentes. También sin levantar la huelga, se dio permiso para el abastecimiento de alimentos y farmacias, así como algunos carros y el tren a La Convención.

El viernes once de abril, había el anuncio inminente de la toma del Cusco por el ejército y se hicieron presente vuelos de aviones de guerra, los Camberra sobrevolaban con el afán de intimidar y garantizar la presencia de las tropas aerotransportadas en el aeropuerto; en ese marco se instaló una mesa de negociación con el jefe militar designado por el gobierno central, con el cual ante su incapacidad para tomar decisiones, optaron por nombra una delegación para el viaje de una delegación a Lima.

Las jornadas de abril en el Cusco, por distintas razones no fue coordinado y apoyado por departamentos hermanos del sur como Puno y Arequipa tradicionalmente con fuerte presencia sindical; este hecho y el desgaste por el esfuerzo de tantos días fue levantado la huelga el día domingo con la aprobación unánime de los representantes populares, días después se consiguió los cinco puntos de la plataforma de lucha, con lo cual el pueblo del Cusco, sus dirigentes históricos alcanzaron una nueva conquista en sus derechos al desarrollo, la democracia y el trabajo.

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